Cabe detenerse en las entrelíneas de las definiciones políticas que dejó Cristina: no será candidata a presidenta -“no se hagan los rulos”, le dijo a la militancia-; destacó la figura de Massa como ministro de Economía -muestra a un “rescatable” del Gobierno para que lo consideren en su lugar-; les refregó a los militantes una de las viejas verdades doctrinarias del PJ -para un peronista no hay nada mejor que otro peronista- al apuntar que no deben sacar el bastón de mariscal para pegarle al compañero; atacó la dolarización de Milei -dedicándole gran parte de su discurso- para exponer al libertario como el principal enemigo de la democracia; y cuestionó a los ahora macristas que supieron ser parte de la Alianza que llevó al país al debacle en 2001 -“defendiendo la convertibilidad”-, dudando de que puedan ser los futuros salvadores (Rodríguez Larreta, Bullrich y López Murphy). Son definiciones que vienen con mensajes tácitos para tratar de incidir en la actualidad político-electoral, porque al fustigar a Milei le eleva sus acciones -no es ingenua-, calculando que de esta manera puede afectar las chances de Juntos por el Cambio. Tanto como para que los macristas se preocupen porque al criticar al que pesca votos en su mismo río lo eleva como su principal adversario, para instigarlos a que se dediquen más a pelearse entre ellos que a atacar al Gobierno. Habrá que ver si la estrategia es efectiva, lo que sólo se verificará si JxC empieza a fustigar más a Milei que al kirchnerismo, y si se observa que el macrismo empieza a ceder terreno en manos del libertario. En ese marco se entiende que avale a Massa y que les pida a los integrantes del Frente de Todos que trabajen unidos y que se peleen menos.
Para que se peleen los otros
Cristina Fernández de Kirchner, vicepresidenta de la Nación. Foto tomada de Twitter / @la_campora.